VIDA
Job 18:13-14
… La enfermedad le carcome el cuerpo; la muerte le devora las manos y los pies. Lejos de la seguridad de su morada, marcha ahora hacia el rey de los terrores.
Sobre gatos y goma de mascar
En el versículo de hoy se encuentra el que probablemente sea el hombre más pequeño de la Biblia, Bildad el Suhita, quien con enorme insensibilidad poética le dice al pobre y viejo Job (quien sufría grandemente), qué es lo que los malos pueden esperar si “hacen enojar a Dios”. El sentido implícito es claro y Job, obviamente, lo comprendió. Lo que Bildad estaba diciendo en realidad era: “Mirándote a ti Job, cubierto de llagas supurantes y aplastado como una polilla, ¡es obvio que debes haber hecho algo extremadamente malo!” Por favor, alguien extienda la mano y dé a Bildad una bofetada, ¿quieren?
Reflexiona: “Convertiste mi lamento en danza; me quitaste
la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique,
y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré
gracias!” Salmos 30:11-12
Ora: “Un día experimentaré una enfermedad que me llevará a la muerte. Sentiré que mi cuerpo mortal ya no tiene fuerzas para luchar y que mi senda conduce al valle de las sombras. No permitas que sienta la desesperanza de quien está perdiendo una batalla, o que sienta que un triunfo del mal está ante mí. Pon en mí, oh Señor, la luz de tu eterno Espíritu. Muéstrame nuevamente que mi cuerpo, con todo lo que tiene de maravilloso, no es más que la cobertura de una más grande maravilla: mi alma. Mantenme Señor, en tal percepción de tu presencia y de tu amor, de tal modo que el dejar mi cuerpo no sea más que el comienzo a una intimidad y unión más vívida con el espíritu de mi Salvador. Pues Aquél que ha sido el inspirador de mi cuerpo mortal, ahora será la verdadera luz y esencia de mi alma.” (Oración personal del Dr. Paul Brand respecto de la muerte).
Job 18:13-14
… La enfermedad le carcome el cuerpo; la muerte le devora las manos y los pies. Lejos de la seguridad de su morada, marcha ahora hacia el rey de los terrores.
Sobre gatos y goma de mascar
En el versículo de hoy se encuentra el que probablemente sea el hombre más pequeño de la Biblia, Bildad el Suhita, quien con enorme insensibilidad poética le dice al pobre y viejo Job (quien sufría grandemente), qué es lo que los malos pueden esperar si “hacen enojar a Dios”. El sentido implícito es claro y Job, obviamente, lo comprendió. Lo que Bildad estaba diciendo en realidad era: “Mirándote a ti Job, cubierto de llagas supurantes y aplastado como una polilla, ¡es obvio que debes haber hecho algo extremadamente malo!” Por favor, alguien extienda la mano y dé a Bildad una bofetada, ¿quieren?
Ahora bien, la intención de Bildad puede que no haya sido la más
compasiva e instructiva, pero su contenido y descripción en este punto
de la narrativa, ¡es asombrosamente maravilloso! El escritor, inspirado
por el Espíritu Santo de Dios, redacta para nosotros en el más pintoresco
de los términos poéticos, la encarnación de la muerte, el “Rey
de los terrores” y su primogénito: el devorador de miembros llamado
lepra.
En el año 2003, el Dr. Paul Brand, un especialista en lepra nacido
en Inglaterra y reconocido mundialmente, murió en su lugar de trabajo:
el Leprosario Nacional en Carville, Louisiana. Un doctor compasivo y
reconocido mundialmente, de quien menciono aquí sólo cuatro de sus
múltiples logros, los que me conmueven hasta las lágrimas de agradecimiento,
me inspiran vida y me producen gozo:
El primero es su aparente descubrimiento de la razón por la cual
los leprosos se quedan ciegos. ¡No sienten dolor ni incomodidad en
sus ojos y por ello no pestañean! Brand resolvió este problema al
añadir, mediante cirugía, un músculo de masticación a su párpado.
¡Como resultado, cada vez que masticaban chicle, parpadeaban! Con esto
sus ojos se mantenían limpios y conservaban su visión. Brillante,
¿no les parece?
El segundo es el descubrimiento de por qué muchos leprosos parecían
perder sus dedos de los pies o de las manos, durante la noche. Observándolos
mientras dormían, él descubrió que las ratas rapiñaban durante
su sueño y les carcomían sus huesos y el tejido vivo, literalmente
masticando las extremidades de los dedos de los pies y las manos. Por
supuesto, por no sentir dolor, no podían percatarse de lo que estaba
pasando. ¡Imagínense!
Su solución fue simple pero profunda: Sus pacientes leprosos debían
llevar gatos con ellos, donde fuere que decidieran dormir. ¡Que innovación
tan maravillosa y tan simple!
En tercer lugar estaba su dedicación de toda una vida a los sucios,
los no queridos y los que a nadie importan. Cuando él había terminado
con ellos, ellos estaban limpios, habían sido ayudados, curados y amados.
El dulce aroma de Cristo estaba por sobre todos sus pacientes. ¡Que
gran reto!
Cuarto y último, su actitud hacia el sufrimiento y la muerte. Fue
Tim Hansel quien dijo, “¡mientras que el dolor es inevitable, la
miseria es opcional!” El buen Doctor Paul Brand parecía adoptar esta
filosofía y aplicarla a toda su vida personal y fue, por medio del
ejemplo, capaz de impartir esta filosofía a sus pacientes.
Brillantez, innovación, esperanza, amor, risas y cuidado amoroso.
¿Qué llevarán ustedes el día de hoy, amigos, a su trabajo?
Ora: “Un día experimentaré una enfermedad que me llevará a la muerte. Sentiré que mi cuerpo mortal ya no tiene fuerzas para luchar y que mi senda conduce al valle de las sombras. No permitas que sienta la desesperanza de quien está perdiendo una batalla, o que sienta que un triunfo del mal está ante mí. Pon en mí, oh Señor, la luz de tu eterno Espíritu. Muéstrame nuevamente que mi cuerpo, con todo lo que tiene de maravilloso, no es más que la cobertura de una más grande maravilla: mi alma. Mantenme Señor, en tal percepción de tu presencia y de tu amor, de tal modo que el dejar mi cuerpo no sea más que el comienzo a una intimidad y unión más vívida con el espíritu de mi Salvador. Pues Aquél que ha sido el inspirador de mi cuerpo mortal, ahora será la verdadera luz y esencia de mi alma.” (Oración personal del Dr. Paul Brand respecto de la muerte).
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