Sunday, March 17, 2013

Mar | 17 | El hundimiento de cajas secretas, por el maravilloso peso del testimonio

CONFIESA

Santiago 5:16
Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.
 

El hundimiento de cajas secretas, por el maravilloso peso del testimonio

El director de cine y escritor M. Night Shyamalan, presenta un tema interesante en su película La Villa realizada en el año 2004. El tema en cuestión es uno que paraliza, y amigos, la parálisis restrictiva es uno de los principales productos de ese temor que carcome. De varias formas fascinantes, el director de La Villa nos muestra la metodología aplicada de ese temor y, al hacerlo, es bastante brillante e instructivo para nosotros los Pastores y sanadores de almas.

Ambientada en la Pensilvania rural de 1897, los habitantes de la pequeña villa de Covington están rodeados por un bosque supuestamente habitado por una raza de criaturas míticas a las cuales nunca deben referirse de manera directa. Las estructuras que sustentan el temor, que limitan y restringen a los habitantes de la villa son múltiples. Sin embargo, este día daremos una mirada a los ancianos ficticios de esta villa. Cada uno de ellos guarda en sus casas, y a la vista de todos, cajas cerradas con llave. Solamente los ancianos de la villa tienen las llaves que abren esas cajas y el consiguiente conocimiento de su contenido. Todos los que visitan las casas de los ancianos pueden ver las cajas y todos saben de su presencia, pero nadie conoce su contenido, excepto que son recordatorios terribles del pasado personal de los ancianos de la villa. Dos cosas vienen a mi mente de este testimonio tan aterrador que, involuntariamente, M. Knight Shyamalan pinta para nosotros los Cristianos, en esta historia de La Villa.

Primero, que he observado a muchos Cristianos que han estado en el camino por bastante tiempo y que han caído, quizá, varias veces en el pasado. Ellos llevan consigo cajas similares, cerradas con llave y que contienen los secretos de ese pasado que ellos han decidido cargar en sus espaldas inclinadas, agachadas y quemadas por el dolor y la vergüenza. De manera extraña, ese castigo auto-infligido, aparentemente les ha dado un medio para la gracia, un camino para que acepten el perdón de Dios. Ellos obtuvieron el perdón por medio de la confesión y el arrepentimiento, y la gracia de Dios ha sido derramada sobre ellos de una manera sorprendente y no merecida, pero ellos sólo pueden aceptar esto si sufren bajo el peso de cargar las cajas cerradas de los secretos de su pasado. Esto, amigos, es totalmente demoníaco, porque encierra la gracia maravillosa y redentora, en instrumentos de medición incapacitados ante la posibilidad de una revelación condenatoria. ¡Qué temor representa eso para el que ha sido perdonado por Dios! ¡Qué temor tan demoníaco!

A tí que te inclinas y agachas ante tus hermanos, humillado por los secretos condenatorios de tu pasado, Dios te dice hoy nuevamente: “¡Ya no me acordaré más de tus pecados!”. Para algunos de ustedes, hoy es el día en que, junto a Jesús, tomarán esa caja de los secretos, sopesada con el juicio de Su cruz ensangrentada, y la dejarán ir. Dejen que resbale; dejen que caiga como el cadáver que es, desde la cubierta de su lamentable velero hasta los mares más profundos del perdón eterno de Dios. ¡No debe ser abierta en público, sino más bien, desechada por ustedes en privado! ¿Cómo se atreven a guardar, como si fuera un tesoro precioso, esas cosas que Él ha perdonado y ya no recuerda?

Ustedes dicen, “He tratado de hacerlo, ¡pero la caja sigue regresando a acecharme! Al igual que un cadáver enterrado bajo las olas, en todos mis sueños más terribles, espera contínuamente para subir a la superficie del lago de mi vida”. Sí, les creo y cuando este temor los alcanza, es muy aterrador. Recuerdo que mi padre me contaba la historia de un niño pequeño que odiaba al gato de su vecino. Un día lo tomó y lo arrojó a un pozo muy profundo, sólo para regresar a su hogar y encontrar al mismo gato sentado en la casa de su abuela, ¡esperándolo y observándolo! Muchos de ustedes han arrojado sus cajas en pozos similares o en profundidades similares, sólo para encontrar que, burlonamente, vuelven a aparecer en nuevas habitaciones, nuevas situaciones, e incluso, en nuevas relaciones. Parecería que estos secretos de su pasado los siguen a todas partes y surgen en los lugares menos deseados. Es posible que hayan arrojado la caja varias veces en el más profundo de los mares, pero su capacidad para flotar es tal, que no puede evitar subir a la superficie. Amigos, la única forma de hundir a esta bestia de una vez y para siempre, es abrirla y luego hacerla hundir por su propio peso. Pero ¿cómo hacemos esto?

Bueno, hoy, o en los próximos días, lo más pronto posible, deben encontrar a un Cristiano maduro, una persona que camine rectamente delante de Dios y deben abrir esta caja juntos; y después, con lágrimas confesionales y el peso del glorioso perdón de Dios que hecha todo en el olvido, finalmente, ciérrenla juntos de una vez y para siempre. Luego, arrójenla y con declaraciones de la Palabra, échenla a los profundos y eternos mares del olvido de Dios. Les digo, el peso de un testigo tan fiel sobre su arrepentimiento y el perdón de Dios, la hundirá para siempre.

Reflexiona: “¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad y pasa por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar. Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.” Miqueas 7:18-19

Ora: Oh, Turbador de los mares, Hacedor de olas rugientes, toma mis pecados Oh Padre, mis pecados más profundos, mis pecados más oscuros, mis pecados secretos y húndelos con Tu glorioso perdón para que, tanto Tú como yo, no los recordemos más y que jamás vuelvan a aparecer. Amén.

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