Sunday, March 10, 2013

Mar | 10 | Travesura matinal

PERDONA

Proverbios 10:12
El odio es motivo de disensiones, pero el amor cubre todas las faltas.

Travesura matinal

Arrancarse las costras es un asunto de los jóvenes, y recuerdo bien que cuando era un muchacho, a la edad de los pantalones cortos, yo y todos los otros chicos que conocía tenían costras en sus rodillas. Los descuidos y las caídas diarias de niños subiéndose a los árboles, trepando a las paredes, cayendo de las bicicletas y golpeando con los tapones de los botines de fútbol con ‘tackles’, deliberados y en el lugar incorrecto, ¡simplemente parecían perpetuar, diariamente, el tema de las rodillas con costras! En los momentos en que nuestra alegre y cansada pandilla finalmente se tomaba un descanso, nos sentábamos todos juntos en el suelo (generalmente para discutir qué haríamos luego) con las espaldas recostadas contra una pared y nuestras rodillas dobladas hacia nuestras barbillas, y entonces, ¡veíamos las costras! Por supuesto, si las costras habían avanzado en el proceso de sanar, los extremos de estos crecimientos duros color café habían comenzado a levantarse en los bordes y eran demasiado tentadores para que unos niños pequeños las dejaran en paz. ¿Saben qué sucedía después? Las volvíamos a arrancar, volvíamos a sangrar, a tener dolor otra vez y nos tomaba un poco más de tiempo para sanar. Las costras más profundas, si las arrancábamos, podían incluso dejar una cicatriz.

Hay un doble peligro con las heridas que encontramos en la vida.

El primero es que estamos demasiado ocupados, o demasiado lastimados ya, para lamentarnos de forma adecuada por la pérdida presente y expresar el dolor que sentimos y, como consecuencia, el segundo peligro es que no perdonamos verdaderamente, desde nuestros corazones, a los que nos inflingieron esas heridas. Tengan cuidado de estos dos peligros de falta de expresión y, la consecuente falta de perdón.

Para una sanidad más rápida y mejor de las pequeñas rodillas con costra, la primera respuesta es que ¡debemos tomarnos el tiempo para encontrar un lugar seguro y llorar y lamentarnos por el dolor! Eso puede significar enojarnos y hasta molestarnos con otros y, sin dudas, con uno mismo ¡quizá incluso con Dios! Puede significar patear algunos árboles y agitar los puños; puede significar desahogarse hablando con alguien, pero sea lo que sea, deben sacar ese veneno afuera. Desahóguense y lloren. Recuerden que si embotellan las heridas o reprimen el dolor, con el tiempo ambas saldrán y los harán sentirse peor... ¡garantizado!

Segundo, deben atender el asunto del perdón. Perdonen a otros y en especial, perdónense a ustedes mismos. Después de todo, me pregunto si ¿no será esto siempre, en algún punto quizá, parte del problema?

Ah y finalmente, no crean que su perdón es un evento de una sola vez. Por supuesto que no, es un acto contínuo. Hasta que esa botellita de veneno esté completamente vacía, hasta que la pus haya sido exprimida de la llaga, cada vez que el dolor, la pérdida o la herida se presenten, deben continuar desahogándose y deben continuar perdonando.

Por último, (que siempre viene después de un ‘finalmente’) recuerden que, sea lo que sea que hagan, una vez que la sanidad ha comenzado... ¡dejen de arrancarse las costras!

Reflexiona: “Ustedes sabrán cuándo se están arrancando la costra...realmente lo sabrán! Porque su propio corazón, así como Dios Espíritu Santo y espero que algunos fieles espectadores, les dirán que la sanidad ha comenzado. Una vez que la costra ha cubierto la herida y la sanidad ha comenzado, dejen de lamentarse y comiencen a vivir!” Recuerden estas líneas de Otelo, Acto 1,
Escena 3: “Llorar una mal que ha pasado y se ha ido, es la forma de atraer otro mal hacia nosotros.”

Ora: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Te lo rogamos en el nombre de Jesús. ¡Amén! Mateo 6:12

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