Thursday, February 28, 2013

Feb | 28 | Echándole un vistazo a esas botellas empolvadas

ARREPIÉNTETE

Proverbios 23:21
“Pues borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza.”

Echándole un vistazo a esas botellas empolvadas


A estas alturas bien podemos estar pasando por la temporada de Cuaresma. Aún recuerdo que mientras crecía, concurría a una escuela Católica y recibía instrucción bajo los ojos vigilantes de los Jesuitas. En especial, recuerdo los preparativos que se realizaban para los 40 días de Cuaresma. En aquellos días de mi juventud (y mucho antes de eso también), esta tradición establecida por el hombre era un tiempo de austeridad y respetuosa contemplación, previa a la celebración de la Pascua y la resurrección de Jesucristo, el Señor. El Miércoles de Ceniza marcaba el inicio de estos procedimientos religiosos y el Martes previo, tradicionalmente era un día de confesión y absolución sincera. ¡Sí, dije absolución!

La absolución es una palabra arcaica que se refiere a la confesión de los pecados a un sacerdote, por medio de la cual uno recibe tanto la liberación de la culpa como el regalo de la reconciliación. Este Martes en particular, o Martes de Confesión y Absolución, llamado en algunos lugares Martes de Carnaval, era un día de confesión, arrepentimiento y perdón. En mi hogar, no obstante, y en el hogar de la mayoría de los Católicos y Protestantes modernos del Reino Unido, ¡era un día para darse un atracón de diferentes variedades de pan dulce!

No hace tanto tiempo, al igual que en tantos otros hogares humildes de Occidente, el renunciar a la comida en la Cuaresma hubiera significado un desperdicio de deliciosos alimentos perecederos y costosos. Con ese fin, puede ser que se hubiera llevado a cabo una limpieza de la despensa para Cuaresma, pero nada se desperdiciaba, no señor, todo se comía y lo que llegaba a sobrar, se enrollaba y se servía en porciones de masa ligeramente batida que ahora denominamos ‘panquecitos’. Con la abundancia de lo que se comía en el Martes de Carnaval, pasó muy rápido a llamarse Martes Graso y, la traducción literal al francés de Martes Graso es, Mardi Gras. “¡Qué interesante, que un tiempo de arrepentimiento y reconciliación, sutilmente se haya vuelto en una fiesta como esta!”

El pecado siempre busca consumarse y antes de extinguirse definitivamente, al igual que un fuego artificial en sus momentos finales, se consumirá a sí mismo y todo el que pase por su feroz perímetro se quemará con él, en su propia locura desenfrenada. Mardi Gras en la ciudad de Nueva Orleans, anteriormente inundada y actualmente en bancarrota, se presenta ante el mundo como un borracho con la nariz roja, acelerando a fondo por última vez, antes de ir contra el grupo de niños que están esperando en la esquina por su camión escolar. O pinta al mundo en óleo, sentado en un viejo sillón reclinable de piel, recostado y totalmente relajado, reconciliado ya con la muerte, como un paciente que tiene cáncer en el cuarto nivel, aspirando profundamente su último cigarrillo antes de que el último trozo de pulmón sea expulsado en su bocanada de humo. O como una ramera con el rostro picado de viruela, engañada por la sífilis, aún creyendo que es bella y por tanto, aún tratando de vender sus ‘enceres’ al borde de la destrucción, sólo una última vez antes de que su permisivo ‘negocio’ se cierre para siempre. El pecado, ustedes pueden ver, es una locura gigantesca y egoísta, que se permite todo pero que también acaba con uno mismo.

Cuando nosotros, como Cristianos, miramos el estado en que se encuentran nuestras civilizaciones avanzadas, es mi opinión que uno debería estar bajo la influencia de cantidades asombrosas de antidepresivos para no temblar con temor ante el hecho obvio de que Dios nos ha abandonado a nuestros propios pecados y a todas sus terribles consecuencias. Mientras nos vestimos con trajes pintados en vez de sacos de arrepentimiento, como nación hemos vendido nuestras almas por un puñado de cuentas de plástico y continuamos danzando frente al bien muerto aunque dorado becerro de la autoindulgencia. Todo esto da miedo, amigos, pero lo que es más desconcertante es la ausencia de alguna voz profética actual, que anuncie en voz alta la ruina inminente sobre las naciones que alguna vez fueron bendecidas y que ahora, abiertamente, ¡agitan sus puños contra el Dios Altísimo!

La controversia de nuestros tiempos no se encuentra tanto en las guerras, el racismo, la pobreza, las agendas políticas perversas, ni siquiera en el genocidio. No, la controversia de nuestra época se encuentra en nuestros duros corazones contra Aquel quien sufre hace mucho, mucho tiempo: nuestro tolerante y buen Dios. Una gran mentira se está perpetrando a lo largo de estas costas Occidentales: que muchas personas se están haciendo Cristianos. Sin embargo, permítanme preguntarles: “Si es verdad que tantas personas se están convirtiendo al Cristianismo en el Occidente, entonces, ¿dónde debemos ir para obtener, aunque sea, una muestra del impacto que están teniendo en nuestra cultura? ¿Dónde está el cambio? ¡No hay ningún cambio! y entonces como ya dije, ¡una gran mentira se está perpetrando entre nosotros!
Es obvio que no hay un cambio real, no hay una respuesta real de arrepentimiento y la respuesta actual de nuestra amada nación a un castigo tan consistente y misericordioso, a todos los signos claros y ciertos de una calamidad que se avecina, que parece acercarse con cada amanecer, ha sido simplemente, continuar bailando sobre las transgresiones y seguir de fiesta en fiesta. Nosotros, la iglesia, a nuestra pequeña manera menguante, nos estamos uniendo a esta misma falsa ilusión demoníaca de seguridad y, más aún, la estamos perpetuando con lamentables picnics en el parque y grandes salidas al campo, pintando caritas, buscando lugares para ‘adorar’ y, por supuesto, ¡comprando tantos adornitos Cristianos como podamos acarrear con nosotros y cantando coritos!

Nosotros, en la iglesia, debemos recordar que las pociones milagrosas jamás sanaron a ninguna nación de sus maldiciones y enfermedades. Jamás lo hicieron y jamás lo harán. Así que, al tiempo que pregonamos nuestros así llamados ‘enceres’ espirituales, tomémonos el tiempo para desempolvar las botellas y prestar más atención a lo que estamos vendiendo, porque sea lo que sea, ¡no está funcionando!

Reflexiona: “Si un hombre tiene un hijo obstinado y rebelde, que no escucha a su padre ni a su madre, ni los obedece cuando lo disciplinan, su padre y su madre lo llevarán a la puerta de la ciudad y lo presentarán ante los ancianos. Y dirán los padres a los ancianos: "Este hijo nuestro es obstinado y rebelde, libertino y borracho. No nos obedece." Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta matarlo. Así extirparás el mal que haya en medio de ti. Y todos en Israel lo sabrán, y tendrán temor.” Deuteronomio 21:18-21

Ora: Señor: Nosotros, Tu pueblo, nos postramos y oramos pidiendo la sanidad de nuestra tierra y Tu provisión misericordiosa, de aquellos entre nosotros que serán los reconstructores de los viejos lugares llenos de basura, los reparadores de las transgresiones, y los restauradores de los lugares donde podremos estar en comunión contigo.” Te lo pedimos en el poderoso nombre de Jesús. Amén.

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